miércoles, 16 de abril de 2008

Panadería II

Silencio...
creí haber escuchado una voz pastosa, cortada, con lágrimas que no quería pronunciar; en la cama sigue Baudelaire; en la boca un sabor amargo de cebada y unas ganas inquebrantables de desechar un abrazo a la hoja, a la nueva letra que se inscribió en lo profundo...

El panadero le pone estricnina, al pan que desayunará la mañana siguiente y entre el manjar premeditado, lo único que quisiera es que el olor de pan que crea todos los días, no le trajera de vuelta, la carta que le llegó al correo aquella mañana, con el nombre, ese nombre, y el contenido, era una límpida hoja en la que no se veía nada, no había una sola letra sin embargo decía que lo dejaba...

Al otro día se levantó; con una sonrisa sombría dispuso todo como en las mañanas cuando no hay tiempo de pensar mucho, unos platos en la mesa el pan frente a él, un líquido extraño al lado izquierdo manaba unas cuantas curvaturas de vapor; la vio por un instante entre el desdibujado humo de su cigarrillo; acercó el cenicero y mató ese último lucky strike...

tomó un pedazo de pan, lo saboreó pensando que el papel se desvanecería y que el olor de pan de aquella mañana, de aquel último momento en que cerraba la tienda, lo dejaría en paz...

Mientras los estertores de la muerte tocaban sus lágrimas comprendió que esa hoja y el olor del pan de aquella mañana en que no volvió a verla se quedarían impregnados en la eternidad de su último recuerdo.

Este es su infierno...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario