Estoy, sentada, viéndome, como he perdido la línea recta en la que los pies, que descansaban al pararse sobre la tierra, hincharse tras caminar hacía ningún lugar en particular, perdiéndome, para no tener que encontrar que no tenía casa, que los amigos huían en el momento en que necesitaba apoyarme en algo que perteneciera a este mundo, en algo que no fuera el frío de la calle: permanecía intacta mi soledad, como siempre fue, como siempre tuvo que haber sido, no debí abrir esa puerta - me dije una y mil veces - (con el encendedor en la mano y el cigarrillo, voltee a mirar a ver si pasaba algún carro que terminara con esta angustiosa multitud en mi cabeza, no había nada) crucé la calle y en algún cuchitril de mala muerte empecé a beber, me bebí mi vida anterior hasta que no volví a acordarme de nada... eternal sunshine of the spotless mind, recordé el guión en el televisor prestado, y ví, que no tiene punto, huir, cuando en algún rincón siempre queda enterrado un vestigio que me devuelve, al bar, a la esquina del sacrificio, al crimen anterior, y bebí y fume y olvidé, sólo un contundente black out, no tengo por que o quien ser una buena niña, aunque los juguetes están guardados.
Estoy clausurada, en el desván y escribo en 5 minutos las voces... Ellas me hunden e infligen su mordida en en la espalda aunque no logran arrancarme el tatuaje, atado a la espalda el desprecio de lo que no hice; atado a la espalda el reflejo de aquello que no se logra ver, por eso la espalda que se da me recuerda los 5 minutos en el escenario, al salir, cuando el telón ha caído sin remedio sobre el actor secundario que buscó por siglos morir dignamente en el escenario con el parlamento de hamlet en la mano, con la esquizofrenia del maquillaje y en la mejilla una tinta indeleble con sabor a mar...
Estoy, pero en donde, podría haberme olvidado en una línea que no recuperaré; el destinatario es innato, y los momentos mueren, mutilados en alguna esquina, en una botella que sabe a sumercé...
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