domingo, 16 de septiembre de 2007

me dedico a armar constelaciones inapropiadas con las protuberancias del techo 2

Cuando el tiempo se cierne en la alcoba de al lado, haciendo recordar las historias que habían quedado perdidas años atrás, cuando los demonios toman prestados los rostros queridos y se vuelven aun más difíciles de obviar y de erradicar… cuando las posesiones espirituales ya no tienen el adecuado desempeño de borrar las máscaras que cuidadosamente tapan el desasosiego; recuerdo que las épocas se repiten y los fantasmas pueden perseguir a su presa hasta el fin del mundo, no para devorarla… sólo para atormentarla hasta el día de su muerte reiterada; como los espacios se repiten, encuentran un buen lugar donde esconderse para luego salir a la luz de la noche en que se han erradicado todos los sueños, se han arrugado junto con algunas hojas que al parecer ya no sirven de nada y donde han quedado escritos con los versos la sangre que has derramado, tanto, que has tenido miedo de llegar a desangrarte…

Un miedo socavado e inentendible, porque al final, seria un bocado dulce no tener que hacerle muecas a los atroces desencuentros del corredor, cuando has de enfrentar la hora de la comida y llegas solo, con esa estela de haber llorado sin hacerlo, de haber sido golpeado por el peso de los años, de algunos errores que se podían evitar, pero ya no tenía fuerza para llevar a cabo acciones heroicas, venciendo dragones que se esconden bajo la cama o tras la esquina de la casa…

Esa estela se desprende y empieza a darse cuenta que no hay una entidad supraterrenal invadiendo este pobre espacio indeseado, son tan solo las heridas de batalla, de guerras interminables con la almohada…

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