viernes, 23 de julio de 2010

Instancias mágicas para contemplar un pasado reestructurado

y saber que cada vez falta menos, que nuestra época
todavía no ha comenzado, y que inventaremos historias
hermosas con finales tristes en alguna habitación
vacía, que nos tendrá como únicos habitantes

y treparemos a las paredes
y dejaré que me mates
para matarte luego yo

y quizás nos encontremos una noche de lluvia,
y contemplaremos, seremos los testigos de esto que
no me ánimo a definir como historia, libro o mandala,
nuestra hermosa y maldita cárcel kármica que supimos
conseguir...

Julio Cortázar, Rayuela.

Se ha pasado de espejos que no reflejan sino que imitan un mundo que no alcanzamos todavía a vislumbrar, los movimientos parecen exactos, pero cada vez que se encuentra el escrutinio del rabillo del ojo, parece que ese mundo dejara de los hilos del titiritero y acogiera sus propios espasmos.

Ya no miro esa ventana traslúcida, me da miedo encontrar que hay otra que me inquiere desde de la distancia preguntándome con sus ojos que desdeñan lo opaco de los míos, ¿a dónde fui? y porque no estoy en esta vida.

Quizá deba empezar a vender estos capítulos en desorden.
Quizá algún día vuelvan a encontrarse para formar el mapa de navegación a ese mundo que parece imitar el propio.

Quizá ya no hayan más residuos onomásticos, ni instantes que parecen coreografiados para perderse en el tiempo nublado de la memoria...
 
Por los capítulos que pueden existir sin haber sido escritos...

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