Desde el más extremado cansancio, recuerdo cuando jugábamos a dibujar ojeras. No desde la queja del trabajo sino por el encuentro de nuestros más delicados vicios. Una ausencia prolongada me lleva a creer que he dormido demasiado tiempo. Que los poetas malditos han saltado de letra suicidas desde mi almohada. Un sueño reiterativo, no me deja despertar. Esta realidad es prescindible si es que sus letras fueron un delirio desmesurado de las largas horas de agonizante labor.
Ha sido un placer soñarlo. Ahora el problema será despertar.
Sus horas bajo las mías. ¡Y aun así llegamos a pensar que no existe la magia!
Ha sido un placer soñarlo. Ahora el problema será despertar.
Sus horas bajo las mías. ¡Y aun así llegamos a pensar que no existe la magia!
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