hay un cuenco bajo mis ojos que no deja escapara las noches en vela ni el rimel corrido, ni el paso de la mano desnuda tratando de secar algunos pocos momentos que se escaparon, cuando la mirada estaba perdida en la pantalla de 15.9 pulgadas...
Un pixel pudo haber detonado un mar que rodaba, pero el ser arcaíco ya no lo sintió se volvió un cero.
cero. cero.
El cuenco recoge el mar y los números y un poco desenfocada desde lejos me veo adentro del otro lado de la ventana.